lunes, 28 de mayo de 2012

Los guisantes de Mendel I: historia y cotilleos.



En 1858, el médico alemán Rudolf Virchow plantea el tercer principio de la teoría celular “omnis cellula e cellula”, lo que viene a significar que cada célula deriva de otra célula ya existente. Esta idea supone cierto problema: si toda célula proviene de una célula previa, estas deben contener algo que permita la herencia de sus caracteristicas propias.

En 1859, Charles Darwin publica “El origen de las especies” donde expone su teoría de la evolución biológica. Esta teoría implica necesariamente la existencia de mecanismos que permitan la herencia de caracteres de padres a hijos, y la modificación de los caracteres hereditarios, lo que genera la diversidad. Pero el pobre de Darwin jamás llegó a descubrir cuáles eran estos mecanismos, y es una lástima, porque un fraile agustino de la Abadía de Santo Tomás de Brno (Republica Checa) estaba descifrando la clave por aquellos años.

Entre los años 1856 y 1863, el padre Gregorio, conocido por todos como Gregor Mendel, se dedicó a cultivar y probar cruces con la plantas de guisante, Pisum sativum. A través de su estudio demostró que la herencia se produce debido a elementos particulados, y que siguen normas estadísticas sencillas, que quedarían resumidas en tres principios. Este estudio fue publicado bajo el nombre “Experimentos de hibridación en plantas”.

Pese a dar con la clave de la herencia, el trabajo de Mendel pasó desapercibido y no fue reconocido hasta algunos años después de su muerte. Se suele decir que la comunidad científica no se hizo eco de los estudios de Mendel debido a dos posibles razones:

- La revista en la que publicó Mendel, la Revista de la Sociedad de Ciencias Naturales de Brünn, no tenía una gran difusión.

- Como Mendel no era un científico conocido, poca gente prestó interés en leer su trabajo.

Pero también debemos apuntar otra razón, ni el mismo Mendel era consciente del alcance de sus descubrimientos. Mendel envió su trabajo al botánico Karl Wilhelm von Nägeli, una de las máximas autoridades de la época en el campo de la biología, el descubridor de los cromosomas, y este botánico le sugirió que realizara sus experimentos en varias especies del género Hieracium. Pese a que Mendel lo intentó, no consiguió los mismos resultados con estas plantas, pensando de este modo que sus leyes de la herencia sólo podían ser aplicadas a ciertas especies, y no eran unas leyes universales.

Ahora sabemos que las plantas del género Hieracium cuentan con un tipo especial de partenogénesis, una forma de reproducción basada en el desarrollo de células sexuales femeninas no fecundadas. Sin saber esto, era imposible que los resultados de los experimentos de Mendel sobre estas plantas tuvieran algún sentido.

Existe un mito que dice que Mendel envió una copia de su trabajo a Darwin, pero que Darwin nunca llego a leerla porque tenía un exceso de correspondencia… Esto no ha llegado a demostrarse nunca, además, si Mendel hubiese mandado una carta a Darwin, esta se encontraría en la biblioteca de Darwin, y allí no está.

Así que Darwin, en 1868, admite que las leyes que rigen la herencia son desconocidas, y propone la “hipótesis provisional de la pangénesis”. Esta hipótesis intenta explicar los posibles mecanismos de herencia postulando que debían existir unas partículas hereditarias, las gémulas, que debían producirse en cada una de las partes del organismo, recogiendo los cambios que sufren dichas partes, y fluirían por todo el organismo libremente, de modo que la herencia que reciben los hijos se debería a una mezcla de gémulas de ambos progenitores.

Al final de la década de 1890, Hugo de Vries, que llevaba desde 1886 experimentando con la hibridación de Oenothera lamarckiana, había supuestamente deducido las mismas conclusiones que Mendel cuando descubrió el artículo de este, comprobando que las deducciones de ambos coincidían. No obstante, en 1900 pública sus resultados en Comtes Rendus de l'Académie des Sciences, sin citar a Mendel en su trabajo. Posiblemente, de Vries pensaría que nadie se iba a dar cuenta, total, Mendel había muerto hacía ya algunos años, y su artículo no había trascendido… pero no contaba con Carl Correns.

Lo que son las cosas, recuerdan a Karl Wilhelm von Nägeli, el descubridor de los cromosomas, el que le dijo a Mendel que probase con otra planta, vale, pues este hombre se puso a trabajar con las hipótesis de Mendel, y el caso es que cuando muere, su nuero, Carl Correns, que también era botánico, continua su trabajo. Así, en 1900, Correns pública sus resultados, reconociendo a sus colaboradores y a él mismo como redescubridores de las leyes de la herencia de Mendel.

Imagínense la indignación que le debió entrar por cuerpo a Correns cuando vió que Hugo de Vries se quería marcar el tanto como descubridor de las leyes de la herencia. Como era de esperar Correns criticó públicamente a De Vries, y este no tuvo otra que rectificar y reconocer la prioridad de Mendel sobre su trabajo.

Como donde caben dos caben tres, hubo un tercer trabajo que se publicó ese mismo año en el que se redescubrían las leyes de Mendel. Este tercer redescubridor fue Erich von Tschermak. Como daro curiosioso, resulta que este hombre fue el nieto del profesor de botánica de Mendel, si es que el mundo es un pañuelo.

Como curiosidad añadida, nótese que quitando a Virchow y Darwin, el resto de los aquí mencionados eran todos botánicos. Más de uno se pensará “¿es que ningún zoólogo estudiaba la herencia? ¿Es que no había quien usase animales para estudiar la herencia?”. Pues de hecho el mismísimo Mendel lo intentó con abejas, pero estudiar la herencia con plantas, y especialmente con el guisante Pisum sativum, suponía una serie de ventajas, como son; el reducido tiempo entre generación y generación; la gran diversidad dentro de una misma especie, lo que le permitía estudiar las variaciones de distintos caracteres como el color, la forma y el tamaño…; la elevada descendencia; su bajo coste de mantenimiento… Pero no os preocupéis que ya llegaría posteriormente Morgan para estudiar la herencia con moscas.

En algunos sitios puede que diga que todos estos botánicos eran genéticos, bueno... eso lo podemos considerar nosotros ahora, pero ellos no se consideraban genéticos, porque esta disciplina no existía como tal, de hecho, el termino gen no fue acuñado hasta 1909 por el botánico danés Wilhelm Ludwig Johannsen.

viernes, 25 de mayo de 2012

¿De qué color es o de qué color interpretamos que es?



Sin duda cualquiera podrá decirme que la flor del nenúfar que presento en esta foto, es blanca, y que sus hojas son verdes… pero va a ser que no. Nosotros creemos que la flor es blanca y sus hojas verdes, pero realmente no son de ese color, ni siquiera son de ningún color, los colores no existen más allá de nuestra mente.

Intentaré explicarme antes de que alguno de mis lectores llame a alguna “institución de rehabilitación mental” para preguntar si tienen espacio para mí.

La luz es energía electromagnética, y como tal, se transmite por medio de un movimiento ondulatorio. Es importante aclarar que la distancia entre dos crestas consecutivas de una onda es la longitud de la onda, representado en la siguiente gráfica por la letra griega λ (lambda), y la unidad de medida que se usa para estas distancias son los nanómetros. Mientras más pequeña sea la longitud de onda mayor va a ser la frecuencia con la que se repitan las crestas de la onda.


El conjunto de ondas electromagnéticas que se transmiten a través de la luz es enorme, y se conoce como espectro electromagnético. De todo ese espectro, una minúscula región contiene ondas visibles por el ojo humano, lo que entendemos por luz visible, existiendo otras longitudes de onda menores (los ultravioletas, los rayos X, gamma y cósmicos), y otras longitudes de onda mayores a las visibles (los infrarrojos, las microondas, las ondas de radio y las ondas de baja y extremadamente baja frecuencia).

El conjunto de las ondas que forman la luz visible forman la "luz blanca”, pero al pasar un haz de esta luz por un prisma, se separan las distintas longitudes de ondas que forman este espectro, observándose distintos colores, que van desde los violetas a los rojos.

Cuando la luz incide sobre un objeto, esta absorbe ciertas longitudes de onda y refleja el resto. El hecho de que absorba ondas de unas determinadas longitudes de onda y no de otras, depende esencialmente de sus componentes y enlaces químicos.

La luz reflejada, carente de determinadas longitudes de onda, entra por nuestros ojos y alcanza los fotorreceptores de nuestras retinas. En la retina podemos encontrar 2 tipos de fotorreceptores, los bastones y los conos. Para el asunto que nos compete, nos centraremos en los conos, de los que existen 3 tipos, cada uno con un pigmento distinto:
  • La eritropsina, con una mayor sensibilidad por las longitudes de onda de 650 nanómetros, es decir, la que entendemos como luz roja.
  • La cloropsina, con una mayor sensibilidad por las longitudes de onda de 530 nanómetros, la correspondiente a la luz verde.
  • La cianopsina, con una mayor sensibilidad por las longitudes de onda de 430 nanómetros, que se correspondería con la luz azul.

Como respuesta a los estímulos que generan estas ondas electromagnéticas sobre los distintos conos, los receptores de la retina producen señales nerviosas, que son conducidas al cerebro a través del nervio óptico (estas señales nerviosas son despolarizaciones de las membranas de las neuronas, siguen sin ser colores). Y una vez en el cerebro, se interpretan los estímulos nerviosos, generando allí la percepción visual, con sus colores y formas.

He mencionado que tenemos conos que reconocen 3 longitudes de ondas distintas, pero nosotros somos capaces de interpretar mucho más de 3 colores. Esto es debido a la mezcla que realiza nuestro cerebro de las señales enviadas por los 3 tipos de conos.

Así, cuando la luz impacta sobre las hojas del nenúfar, este absorbe determinadas longitudes de onda, y se reflejan principalmente las de 530 nanómetros, que al llegar a nuestra retina excitan principalmente los conos con cloropsina, conos cuya señal es interpretada en el cerebro como verde. Mientras que la flor blanca, absorbe pocas longitudes de onda, de modo que las ondas reflejadas excitan los 3 conos prácticamente por igual, obteniéndose en el cerebro una interpretación casi blanca de la flor.

Por tanto, el mundo que nos rodea no es de colores, es nuestro cerebro el que interpreta colores a partir de las longitudes de ondas que no absorbe el mundo que nos rodea.

P.D.: Los nenúfares del Jardín Botánico-Histórico La Concepción (Málaga) ya se han abierto. ¿A qué esperas para disfrutar de la interpretación que hace tu cerebro de las longitudes de onda que reflejan?

lunes, 21 de mayo de 2012

Ginkgo biloba, un fósil viviente.


Si le fascinan los dinosaurios, y el pensar que alguna especie hubiera podido sobrevivir hasta nuestros días, ya sea en un lago de Escocia o en la selva del Congo, o si cuando su ciudad es visitada por una exposición itinerante de fósiles de dinosaurios va corriendo a verla, y disfruta como un niño en ella, entonces quizás le ilusione saber que entre nosotros viven especies vegetales que ya existían incluso antes que los dinosaurios, y que apenas han cambiado desde entonces.

Los primeros ginkgófitos aparecieron hace 270 millones de años, 40 millones de años antes de los primeros dinosaurios. Y aunque fueron fuertemente afectados por la extinción del cretácico, aquella por la que desaparecieron los dinosaurios de la faz de la Tierra, todavía hoy podemos encontrar una especie ginkgófito, el Ginkgo biloba.

Esta especie sobrevivió en una pequeña zona de China, desde donde, considerados como árboles sagrados, se popularizó su uso en jardines de templos budistas de China, Japón y Corea.

En 1691, un botánico alemán, Engelbert Kaempfer, trabajando para la compañía de las Indias Orientales, descubrió ejemplares de ginkgo vivos en Japón, y se llevó semillas a Holanda. De hecho, si algún día viaja a Holanda, visite el botánico de Utrecht, allí podrá encontrar aún vivos a los primeros ginkgos plantados en Europa.

No obstante, desde entonces su uso ornamental se ha extendido, gracias a ello no es necesario viajar hasta Holanda o China para ver un Ginkgo. Así, por ejemplo, en Málaga, podemos encontrar varios ejemplares en el JardínBotánico-Histórico La Concepción, el jardín botánico de la universidad de Málaga, el parque de la Alameda, la C/ Alameda de Colón

Si su valor ornamental y como fósil viviente fuera poco, también tiene valor farmacológico. Del extracto de hojas de ginkgo se obtienen ginkgoloides, cuya ingesta incrementa la circulación sanguínea central y periférica, mejorando la irrigación de los tejidos, además cuenta con función antiagregante, disminuyendo el riesgo de trombosis,  y neutraliza los radicales libres, desacelerando el envejecimiento.

Fíjese nuevamente en la foto. Observe las verdes hojas planas de este árbol caducifolio, hojas que tornan en un  precioso amarillo en otoño antes de caer. Fíjese atentamente en la forma de abanico de estas hojas de bordes irregulares y nervadura dicótoma. Y cuando se lo cruce en su camino, lo reconocerá sin dudar, y sabrá que usted se encuentra ante un fósil viviente.

jueves, 17 de mayo de 2012

Las abejas están en peligro, y con ellas todos nosotros.





Desde hace unos años se está produciendo una desaparición masiva de las comunidades de abejas de todo el mundo a velocidades alarmantes, este fenómeno se conoce como síndrome del colapso de las colonias (CCD, por sus siglas en inglés).


La reducción de poblaciones de cualquier especie es una situación que nos debe preocupar, pero el caso de las abejas es especialmente alarmante para el ser humano.

Para comprender las dimensiones de la desaparición de las abejas hay que tener en cuenta que las abejas no solo interesan al ser humano por ser las productoras de miel, sino por algo relacionado íntimamente con la producción de miel, la polinización.

Para producir miel, las abejas requieren del néctar de las flores. Este néctar es producido por unas glándulas presentes en las bases de los estambres y de los pétalos, llamadas nectarios. De modo que para poder alcanzar el néctar de las distintas flores que visita una abeja a lo largo de una jornada laboral, no para de rozarse involuntariamente con los estambres de las flores, cargándose de polen, y rozarse con estigmas de las flores, dejando en ellos polen de la misma u otra flor.

Cierto es que existen otros seres que pueden actuar como agentes polinizadores, como colibríes, mariposas, moscas… pero las abejas son los polinizadores más importantes de las plantas con flores (magnoliófitas), incluso los únicos polinizadores posibles para muchas de estas plantas. De modo que la desaparición de las abejas pone en riesgo la polinización no solo de especies vegetales silvestres, afectando con ello a los ecosistemas naturales, sino también a las especies cultivadas, afectando de este modo al nivel de producción mundial de alimentos, de hecho, se calcula que la tercera parte de los alimentos humanos son polinizados por insectos, fundamentalmente abejas.

Una vez llamada la atención sobre la importancia de las abejas para nosotros, pasemos a ver qué es eso del síndrome del colapso de las colonias.

Se ha observado que en las colmenas que sufren el CCD desaparecen misteriosamente las abejas pecoreadoras (las que buscan el néctar), mientras que en la colmena, las abejas que quedan, las crías y la reina mueren al no poder mantener la termorregulación interna de la colmena ni poderse alimentar, aunque quede miel y polen en la colmena.

Investigadores españoles del laboratorio del Centro Apícola de Guadalajara han descubierto que el responsable de este fenómeno es el microsporidio Nosema ceranae. Las esporas de este hongo parásito son ingeridas con el alimento por las abejas mientras trabajan en el campo, e inician su ciclo vital dentro de las células que forman el epitelio del ventrículo de la abeja (su estómago), de este modo destruyen las células epiteliales encargadas de la digestión y asimilación del alimento, impidiendo que la abeja aproveche convenientemente el alimento ingerido, lo que las lleva a morir exhaustas en el campo mientras buscan el néctar. La mayoría de estas abejas no vuelven a la colmena, por lo que las la abeja reina y las jóvenes no suelen verse afectadas, ni se encuentran los cadáveres de las abejas próximos a la colmena.


La buena noticia es que las colmenas pueden ser tratadas contra este parásito usando un antibiótico, la fumagilina, que parece dar buenos resultados.

No obstante, muchos piensan que Nosema ceranae no es el factor principal de la notable reducción de las colonias de abejas en el mundo, sino que sería un factor más que añadir a otros como: el cambio climático, que adelanta las floraciones, por lo que cuando las abejas comienzan a salir de sus colmenas ya se han perdido parte de la floración. Además, la sequia afecta a las plantas y con ello a la alimentación de las abejas; el extendido uso de los plaguicidas en jardinería, pues afectan tanto a insectos perjudiciales como beneficiosos para las plantas, entre estos últimos a las abejas; los ácaros del genero Varroa, que se alimentan de la linfa de las crías de abeja, lo que provoca una pérdida de peso y una disminución del nivel de proteínas, traduciendose finalmente en abejas de tamaño reducido y alas deformes, incapacitadas para el vuelo; el microsporidio, Nosema Apis, que actúa de una forma similar a Nosema ceranae, aunque suele tardar en matar a las abejas unos 30 días, mientras que Nosema cerenae lo hace en tan solo 3 días…

martes, 15 de mayo de 2012

Jaque mate: La victoria de la entropía sobre la vida.


Para comprender la muerte desde la perspectiva que ofrece la ciencia, debemos acudir a la termodinámica, esa rama de la física que se encarga del estudio de los procesos de transferencias de energía.

Nos interesa especialmente el segundo principio, ese que nos habla de la entropía. La entropía es el grado de distribución de la energía que existe en un sistema, y mientras más uniformemente distribuida se encuentre la energía, mayor será la entropía del sistema. Precisamente, el segundo principio de la termodinámica nos dice que la entropía tiende a aumentar en un sistema aislado, es decir, la energía del universo tiende a distribuirse por todo el espacio en busca del equilibrio. Por tanto, los procesos tienden a tender de forma espontanea hacia un único sentido.

Así, por ejemplo, si ponemos en contacto dos objetos a distintas temperaturas, el calor se transfiere del más caliente al más frio hasta alcanzar un equilibrio térmico, y nunca ocurre al revés. Mientras más caliente se encuentre una molécula más se agita, al ponerla en contacto con moléculas a menor temperatura chocaran, de modo que la molécula previamente en movimiento reducirá su energía y la que apenas se movía se acelerará.

Pero los seres vivos somos unas estructuras relativamente ordenadas, una organización especial y localizada de la materia, donde se produce un continuo incremento de orden sin intervención externa. Para mantener dicha organización de la materia debemos luchar contra el segundo principio de la termodinámica, y para ello contamos con un truco: no somos sistemas aislados, sino sistemas abiertos, intercambiamos materia y energía con el medio. Más concretamente, captamos del medio materia y energía con baja entropía, como son el agua dulce y los alimentos, y devolvemos al medio orina y heces, de mayor entropía. La energía que obtenemos del entorno la transformamos en energía interna y la manipulamos para mantener nuestra integridad de nuestras estructuras, nuestro orden interno, y luchar contra el incremento del desorden interno.

No obstante, no existe forma de esquivar por siempre el segundo principio de la termodinámica, y tarde o temprano, ya sea por un accidente, o por el inevitable deterioro, las células pierden la capacidad de mantenerse ordenadas, entonces el organismo se vuelve incapaz de obtener y manipular de forma autónoma su energía interna y la de su entorno, entonces acontece la muerte. Momento a partir del cual, el cuerpo sin vida, progresivamente se desordena (descompone) en moléculas más sencillas.

Por tanto, la muerte es un estado termodinámico, la conclusión del proceso homeostasis de los seres vivos, la muerte es la victoria que tiene la entropía sobre los seres vivos.

viernes, 11 de mayo de 2012

Tapones de plástico contra la ataxia-telangiectasia.


Las enfermedades denominadas “raras”, son aquellas que afectan a menos de 5 habitantes por cada 10000. Son enfermedades que podrían tener cura, pero los costes que conllevan la investigación de estas enfermedades, y el desarrollo y comercialización de fármacos, supera a los beneficios que podrían obtenerse con ellos, resultando poco o nada rentables a las empresas farmacéuticas iniciar líneas de investigación para la cura de estas enfermedades.

Una de estas enfermedades raras es la ataxia-telangiectasia. Esta enfermedad es causada por la mutación en el gen ATm del cromosoma 11, de transmisión autosómica recesiva.

La manifestación de la enfermedad es progresiva desde la infancia temprana provocando una amplia sintomatología entre las que podemos destacar la ataxia, que es un trastorno caracterizado por la disminución de la capacidad de coordinar los movimientos, y la telangiectasias, que son dilataciones de capilares pequeños y de los vasos superficiales en ojos y piel, además de otros problemas como inmunodeficiencia primaria, predisposición a tumores, dificultad progresiva en el habla, envejecimiento prematuro, diabetes…

En busca de una cura para esta enfermedad, AEFAT, la Asociación Española Familia Ataxia-Telangiectasia, está llevando a cabo una campaña de reciclaje solidario de tapones de plástico. Por cada tonelada de tapones que se recogen, las empresas de reciclado de plástico donan 200€, dinero que es destinado a un fondo con el que financiar la apertura de una línea de investigación sobre la ataxia-telangiectasia.

Colaborar es fácil, solo debes guardar los tapones de los envases, y llevarlos a algunos de los múltiples puntos de recogida que hay por toda España.

Más información sobre esta campaña en http://www.aefat.es/ y http://www.aitzina.org/

martes, 8 de mayo de 2012

El acanto y los capiteles corintios.


El acanto (Acanthus mollis) es una planta herbácea perenne, cuyas hojas crecen en roseta. Estas son profundamente lobuladas, como las de un cardo pero más grandes, entre 35 y 50 cm de longitud. De su tallo, de hasta metro y medio de alto, surge un conjunto de pequeñas hojas dispuestas en forma de espiga, estas tienen brácteas dentadas de color púrpura con pequeñas espinas, y flores blancas.

La belleza del acanto lo convierte en una pieza ornamental ampliamente usada en jardinería, siendo este el motivo por el que se introdujo en el Mediterráneo, siendo su origen las estepas asiáticas y africanas.

Además de su uso ornamental, el acanto cuenta con múltiples usos en la medicina natural, siendo aprovechado como remedio para inflamaciones, cicatrizaciones, astringencia, expectorante…

Por si esto fuera poco, se le atribuye a esta planta ser la fuente de inspiración de un llamativo elemento arquitectónico, el capitel corintio. En el cuarto libro del “Compendio de los diez libros de arquitectura de Vitruvio”,  se indica que fue Calímaco, un escultor ateniense, quien inventó el capitel corintio a causa de haber visto unas hojas de acanto, nacidas alrededor de un canastillo. Al parecer, sobre la sepultura de una doncella corintia, su nodriza dejó un canasto de mimbre cubierto por una teja. Bajo la cesta brotó un acanto, y debido al peso de la losa, los tallos del acanto crecieron en torno al canasto.

Como ejemplos de capiteles corintios os dejo a la izquierda un capitel en perfecto estado de la catedral de Málaga, Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación, "La Manquita" para los amigos. Y a la derecha otro capitel corintio, algo deteriorado, presente en la Alcazaba de Málaga, capitel que habría sido previamente utilizado en el teatro romano contiguo a la Alcazaba.

jueves, 3 de mayo de 2012

¿Cuál es el origen de la Luna?


 
La teoría delgran impacto es la más aceptada a la hora de explicar el origen de nuestro satélite. Esta teoría postula, que poco después del origen de la Tierra, un protoplaneta llamado Theia, con un tamaño aproximadamente igual al de Marte, colisionó contra nuestro planeta hace unos 4.533 millones de años.

Producto de esta colisión, la mayor parte del manto de Theia y una parte importante de la superficie terrestre salieron despedidos, mientras que el núcleo de Theia y parte de su manto fueron incorporados a la Tierra. Hay que entender que con la energía del impacto debieron fundirse buena parte de los materiales implicados, y el núcleo de Theia al ser más denso que el manto de la Tierra, pudo descender, atravesándolo hasta unirse al núcleo de nuestro planeta.

Por otro lado, de entre los materiales que fueron despedidos con el choque, una fracción debió quedar en órbita alrededor de la Tierra, seguramente formando un anillo de rocas. Estas rocas irían atrayéndose por fuerzas gravitatorias y colisionando entre sí, uniéndose, hasta formar la Luna.

Gracias a esta teoría quedan explicados muchas cuestiones interesantes como: la inclinación del eje de rotación terrestre, que sería un efecto del impacto; el reducido tamaño del núcleo lunar en relación al diámetro de la Luna, que sería debido a la captura del núcleo por parte de la Tierra; la similitud en muchos aspectos entre la composición de la superficie lunar y terrestre, así como diferentes a las de otros cuerpos del Sistema Solar, sería debido a la formación de la Luna a partir de los restos de materiales de la Tierra y de Theia tras su colisión; el momento angular del sistema Tierra-Luna, que coincide con el que cabría esperar siguiendo esta teoría…

No obstante, esta teoría deja varios cabos sin atar, como el hecho de que no se han encontrado pruebas en la Tierra de la fusión que debió provocar el gran impacto de Theia, o la presencia de una proporción mayor de óxido de hierro en la Luna que en el manto de la Tierra, lo que parece indicar que poco manto terrestre debió participar en la formación de la Luna.

A pesar de que la teoría del gran impacto sea la más aceptada hoy día, es solo una teoría, y puede que en un futuro, aparezcan nuevos datos que permitan aproximarnos más a la verdad, ya sea complementando esta teoría o desbancándola por otra nueva.